El matemático egipcio Ptolomeo, que nació en el año 85 después de Cristo, elaboró, ya entrado en el Siglo II, una teoría que venía a ser continuación de las enunciadas siglos antes por Aristóteles, pero que revolucionó la astronomía. Hasta que Copérnico primero, en su libro De Revolutionibus, en 1543, y posteriormente Galileo, la rebatieron, mantuvo su vigencia. «Ippur si muove», que dijo éste último al desdecirse para evitar la hoguera y que repitió Sabino Padilla, por otro tema también espinoso, y que le puede -paradójicamente- costar la hoguera deportiva. Cuando Claudio Ptolomeo murió en Alejandría en el año 165, no sabía que catorce siglos después su geocentrismo seguiría vigente, que las mentes privilegiadas de todas las épocas hasta Copérnico, seguirían pensando que todo el universo giraba alrededor de la tierra. Algunos todavía permanecen en el geocentrismo. En el fútbol es muy habitual. «Cuidado con lo que escribes, que tú comes de nosotros», le dijo Alexander Mostovoi a un periodista de Marca al que además amenazó con darle un par de yoyas, por ser fino. El reportero no se lo tomó a mal, por venir de quien venía, uno de esos futbolistas abonados al futbolcentrismo, a pensar que todo el universo gira alrededor del fútbol. Mostovoi es uno más, no es ninguna excepción. Es más, su perfil corresponde al del jugador geocentrico por excelencia. El fútbol lo domina todo y los futbolistas están en su derecho a hacer lo que les venga en gana, a escaparse del entrenamiento cuando lo deseen y a mentir descaradamente sin que se les salgan los colores. «Tu comes de nosotros». No sólo juegan al fútbol sino que hacen obras de caridad. Se dedican a alimentar a los periodistas. Ni siquiera reflexionan un poco para acordarse de que los periódicos existen antes de que se inventara el fútbol profesional. Tal vez, en su geocentrismo, ni siquiera lo sepan. Todo gira, creen, desde el Génesis, alrededor del fútbol. El primer día Dios separó la luz de las tinieblas, luego el mar de la tierra, después hizo a todas las criaturas y después creó al hombres a su imagen y semejanza. El séptimo, que era domingo, puso la Liga de fútbol y a los futbolistas. Los jugadores geocentristas tienen dos frases que han convertido en axiomas. Se refieren en ambos casos a asuntos financieros. La primera: «La vida del futbolista es corta». La aplican cuando tratan de justificar las elevadas recompensas que reciben, muchas veces sin justificación. En ese geocentrismo salvaje, no se percatan que la vida de un futbolista es como la de un perro. Con perdón. En cuanto a duración, se entiende. Un año de un hombre es como diez de un can. El año económico de un futbolista es como diez años (echándole mucha generosidad) de la vida profesional de un trabajador de siete horas al día y nómina mensual. La otra frase también está muy gastada por el uso: «Merecemos ganar lo que ganamos, somos los que generamos el dinero». Es decir, todo es nuestro. Echan por tierra todas las teorías del capitalismo. ¿Quién ha visto que una empresa no trate de ganar todo el dinero posible y reparta los beneficios, las cotizaciones de la seguridad social y hasta los muebles? Porque la mayoría de los clubes de fútbol y las sociedades anónimas deportivas están casi en bancarrota. Salvo alguna excepción honrosa (léase el 80% de la plantilla del Athletic), los futbolistas sueles ser geocéntricos. El dinero es suyo. Eso piensan.Y la razón. Ni compañerismo ni nada. ¿Tres días en Rusia? Pues tres días, y que se fastidien los otros, el club, el entrenador y los aficionados. Menos mal que el Celta tiene un entrenador que hace tiempo aceptó que Copérnico y Galileo tenían razón, y eso que fue futbolista. Claro que, en su tiempo fue banderín de enganche para capitalizar una sociedad anónima (el Logroñés), que otros después llevaron a la ruina. Lotina no dijo nada cuando Mostovoi el geocéntrico, llegó de Rusia. Simplemente, le sentó en el banquillo para no mosquear al resto de la plantilla. Lotina sabe que él no es el ombligo del mundo y Mostovoi tampoco. Pero claro, las cosas no marchan demasiado bien en Balaídos y tuvo que sacar al campo al jugador díscolo. No pudo cumplir con las palabras textuales del Génesis, «el séptimo descansó». Acabó jugando aunque su equipo no cambió la tendencia y empieza a meterse en problemas, aunque daba la sensación ayer de que los problemas vienen de antes. Cuando los futbolistas empiezan a desquiciarse y a cuestionar al árbitro desde el minuto 2, es que no todo va sobre ruedas. Los del Athletic estuvieron, en ese aspecto, nada geocentristas, muy inteligentes, sin entrar en guerras, haciendo las faltas necesarias y beneficiándose de los errores ajenos. Así ganaron, pese a Ptolomeo y sus teorías.
Artículo publicado el 24 de noviembre de 2003, tras la victoria del Athletic en Balaídos frente al Celta, en partido de Liga