Ismael Urzaiz no debe jugar. Nunca. Tiene 34 años, ya está mayor y probablemente cansado. Debe dar paso a los más jóvenes, abrir un hueco a Fernando Llorente, desocupar su taquilla y llevarse la ropa a casa, que los niños del Bilbao Athletic como Fernandito vienen pegando fuerte. Al menos en los vestuarios. Urzaiz no debe jugar ni siquiera en los entrenamientos, ni aunque Aduriz se lesione. Es mejor jugar sin delanteros que con Urzaiz, aunque sea un martirio para las defensas, el martillo de los porteros y uno de los pocos que se ha ganado las expulsiones por defender a sus compañeros en el campo. No debe jugar porque da mala imagen cuando se acerca a la banda para ponerse el spray en la nariz cuando le ataca la sinusitis; porque les deja sin trabajo a los defensas del equipo cuando se empeña en despejar todos los saques de esquina, porque los balones que controla de espaldas a la portería los asiste con demasiada mala leche para los defensas contrarios. Tanta que a veces sus compañeros no entienden el sentido de sus paredes. Urzaiz no debe jugar porque tiene tanto sentido del juego que a veces se pasa, porque no está para contragolpes letales como el de Santander ante el Racing, porque lleva toda la vida marcando goles y debe estar harto de levantar los brazos. Se equivoca Javier Clemente cuando dice que si llega a saber que tiene que agotar los cambios en media hora hubiera jugado Isma, al que confiesa un cariño especial, igual que a Llorente. No. No debía haber jugado, no vaya a ser que las teorías del entrenador se desmonten. Y las teorías de un entrenador son sagradas y no deben desmontarse por la fruslería de un resultado a favor, que antes está el concepto que otra cosa, aunque nadie sepa qué coño -con perdón-, es eso del concepto. Nos va a hacer falta en los partidos decisivos, decía Clemente hace un mes. Afortunadamente ha rectificado y se está viendo que no hace falta, que no se echan en falta sus cabezazos, ni sus paredes, ni sus despejes, ni su experiencia. Ni siquiera su furor cuando atacan a sus compañeros. El Athletic se apoya sólo en Aduriz -ahora no, porque está lesionado-, apenas marca goles, pero el equipo es feliz sin Urzaiz en la alineación, y ahorrándose las dietas en los viajes de un jugador que, por su tamaño, debe comer como una lima. Urzaiz no debe jugar, por mucho que nos empeñemos los periodistas que tal vez de escribir sí que sepamos, pero de fútbol bastante poco, y de conceptos, menos. Así que desde aquí propongo una campaña de prensa para rogar a Clemente que nunca más alinee a Ismael Urzaiz, para que desaparezca de las alineaciones y las convocatorias, de la página web del club, de los libros de historia del Athletic, de los cromos que se cambian en la Plaza Nueva, de la base de datos de la Liga de Fútbol Profesional y de las estadísticas de goleadores. A este respecto propongo que sus goles se repartan entre sus compañeros más necesitados y menos dotados para marcar. Conociendo a Clemente, tal vez esta sea la única forma de que Urzaiz vuelva a jugar.
Artículo publicado el 10 de abril de 2006, cuando Javier Clemente justificó la no alineación del delantero centro del Athletic.