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Algo ha cambiado en el Real Madrid desde que se fue Luxemburgo: al final han dado con la talla de camiseta de Robinho. En lo demás, la cosa sigue igual. Si ayer le coge el Athletic de Lieja le hace otro siete como en la fantástica noche belga. Pero tal como están las cosas es posible que  salieran de San Mamés con la eliminatoria resuelta, aunque nunca se sabe con un Madrid en liquidación, al que no le hacen bueno ni los veteranos galácticos ni los jóvenes de la cantera. Sólo Guti mantiene el tipo, únicamente él representa al fútbol que esperan los madridistas.
Entre Guti y Sergio Ramos, que sí se acuerda cada tarde de partido que es jugador del Real Madrid, como les pidió Florentino, tratan de arreglar los parches, los descosidos, de un traje de lujo mal confeccionado, que además empieza a estar pasado de moda. Lástima de Athletic sin remate certero, de manos a la cabeza y gestos de desesperación, que jugó a la tremenda, como pedía Clemente con sus gritos desde la banda, y el público con su empuje incansable, que volvió a llenar San Mamés pese a las previsiones (las meteorológicas y las de asistencia).
Es difícil divisar en la Catedral un Real Madrid con menos argumentos que los que ayer expuso frente al Athletic. Pero el equipo bilbaino no está para fiestas. La épica que tantas noches de gloria le ha dado, no sirvió frente a un conjunto que como si fuera cualquier cosa, un equipo menor, plantó el autobús y buscó la contra, desdiciendo a la primera a Benito Floro -«el Real Madrid no puede jugar al contragolpe»-, y buscando con descaro la velocidad de sus puntas,  a través del tiralíneas de Gutiérrez, espectacular asistente de Robinho.
No está para casi nada el Athletic en la Liga y la Copa se convierte ahora en petición para la carta a los Reyes Magos más que en una posibilidad real. La crisis, se vio ayer, es más una cuestión de estado de ánimo que de juego. Los rojiblancos sudaron, corrieron y hasta jugaron, pero cuando las cosas van mal en el fútbol, tardan en arreglarse. La tendencia a la baja es difícil de remontar, como complicado es quebrar una racha positiva. Lo decía gráficamente un entrenador vizcaíno hace ya muchos años. Su equipo encabezaba la tabla clasificatoria en Tercera División. Le preguntaban: «Mister, ¿A quiénes va a sacar el domingo?», y contestaba: «Es igual. Cuando el equipo va bien da lo mismo que juegue Pepito que Juanito».
Y al revés. Casi resulta indiferente que debute Aduriz y se parta la cara con la mitad de la defensa del Madrid; que Guerrero destape por primera vez en muchos meses el tarro de sus esencias, que Aranzubia no cometa un solo error en noventa minutos; que la defensa no parezca de tebeo de Mortadelo y Filemón en el Mundial 82.
Lo más complicado que tiene Clemente de aquí al final de la temporada es invertir la tendencia, evitar la curva cuesta abajo. Ya lo avisó clarividente Pablo Orbaiz hace muchos meses, y le tildaron de agorero: «Nos va a costar mucho salir de aquí». El gol de Beckham lo dejó claro.

Artículo publicado el 4 de enero de 2006, poco después de qye Javier Clemente cogiera el mando del equipo tras la destitución de Mendilibar.

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La tendencia negativa

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