No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Al presidente Fernando Lamikiz, como a los dos anteriores, se le ha torcido el caso Gurpegi con un juez que, en su sentencia, da la sensación de haber entendido poco del asunto. Como que se lo ha quitado de encima de una larga cambiada, y que apechugue el siguiente.Las nuevas normas de la AMA se las ha debido de traducir el enemigo a Marcial Viñoly, porque las utiliza para condenar al futbolista en vez de hacer lo contrario. Además desconfía de todo quisqui. Da la sensación de que, en su casa, sólo se lee el Boletín Oficial del Estado, que cuando alguien de su familia cae enfermo le atiende un forense y que si juega a las cartas con los amigos, el reparto se hace ante notario, porque en sus argumentos desconfía de las empresas privadas, los laboratorios no oficiales y de los científicos que van por libre, aunque sean del Instituto Pasteur, porque ¿quién acredita que Louis Pasteur expuso la «teoría germinal de las enfermedades infecciosas» y descubrió la técnica de la pasteurización?, ¿Quién puede afirmar, sin haber pasado antes por la oficina del registrador de la propiedad, que el personaje enterrado en la cripta de Notre Dame en París es Louis Pasteur y no un impostor? Porque todas esas cosas no se han publicado en el Boletín Oficial del Estado, y por tanto, Viñoly no se fía. En fin, no hay mal que por bien no venga. Por supuesto, la sentencia rechazando el recurso es un contratiempo, pero ha servido para que el debate sobre la publicidad en las camisetas no se haya disparado mucho. Mientras los aficionados blandían los carteles a favor de Gurpegi, jaleaban al futbolista y lo aclamaban tras el gol, no tenían tiempo para hablar de esa tontería que se denomina manchar la camiseta. Hasta ahora sólo se manchaba con barro, y cada vez menos, y esas manchas no reportaban dividendos, así que Lamikiz, con buen criterio, ha decidido aprovechar que pasaba por allí alguien del Gobierno vasco con un cheque en la mano, para agarrarlo bien y meterlo en la caja, entre las telarañas y dos monedas de duro que alguien dejó olvidadas del cambio de los últimos fichajes que se hicieron en el club. Y ya ha llovido. Al presidente le sueltan en la cara que está acabando con una tradición de 106 años lo cual es estrictamente inexacto. Hace 106 años no se decidió no llevar publicidad. Simplemente, a nadie se le ocurrió hacerlo. Seguramente, si hubiera aparecido algún adelantado a los tiempos, las camisetas del Athletic hubieran servido de soporte al Linimento Sloan, al Fósforo Ferrero o a la sastrería Félix Méler, de la calle Viuda de Epalza, una de las más acreditadas de Bilbao en los años veinte, los de la dictablanda de Primo de Rivera. La tradición tiene apenas 21 años, los que lleva el Athletic haciendo el primo y dejando de ingresar un dinero que siempre hace falta. La tradición, y perdonen los puristas, es tan absurda como la de los maceros de la Diputación, vestidos con ropajes de cuadro de los Reyes Católicos. ¿Que siempre ha sido así? Pues claro, pero cuando les pusieron el uniforme, hace siglos, seguro que iban a la última moda, como si los actuales fueran con diseños de Adolfo Domínguez, tal que las azafatas de Iberia desde el mes que viene.Pues eso: que no hay mal que por bien no venga, aunque Gurpegi sea el perjudicado. Por lo menos, anoche sintió el cariño del público de San Mamés, el de sus compañeros y el de su entrenador, Ernesto Valverde, que tuvo un gesto magnífico al cambiarle.
Artículo publicado el 28 de noviembre de 2004 sobre la sentencia del Caso Gurpegui y la publicidad en las camisetas