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Mister Pentland, el prisionero / I


HISTORIAS ATHLETIC

En mayo de 1914, pese a que la situación europea era turbulenta, Fred Pentland hizo las maletas en su domicilio de Birmingham, en el número 168 de Walford Road, atravesó el Canal de la Mancha y viajó hasta Berlín, el corazón de Alemania. Dos años más tarde estaba previsto que la capital germana acogiera los Juegos de la VI Olimpiada, tal como había decidido el Comité Internacional Olímpico. Berlín tomaba el relevo a Estocolmo. Los Juegos ideados por Pierre de Coubertin iban cogiendo peso en el entramado deportivo mundial.

Desde 1898, y tras unos inicios titubeantes, se habían disputado ya cinco ediciones, cada vez más vigorosas y que estaban alcanzando una repercusión universal. Alemania solicitó y obtuvo la celebración de los de 1916 y dos años antes, las distintas federaciones comenzaron a prepararlos adecuadamente. La de fútbol decidió contratar a Frederick Beaconsfield Pentland. El fútbol inglés estaba muy por encima de cualquier otro en el mundo y cualquier técnico de aquel país, por bisoño que fuera, no tenía parangón en ningún otro lugar. Contratar a un futbolista internacional recién retirado no era, ni mucho menos, una decisión descabellada. En Alemania apreciaban a los profesionales ingleses. Apenas unas semanas después de que lo hiciera Pentland, llegó a Berlín Steve Bloomer para entrenar al Britannia, recomendado por Ivan Sharpe, un excompañero en el Derby County, que había establecido, años atrás, contactos con las autoridades germanas, muy interesadas en contar con técnicos y jugadores británicos.

Pentland llegó en mayo a Berlín y apenas un mes después, en Sarajevo se produjo el acto terrorista que incendió la mecha de la conflagración bélica. El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono austro-húngaro, provocó que las diferentes alianzas políticas europeas desembocaran en un conflicto declarado de manera dramática el 28 de julio. El 4 de agosto, Gran Bretaña entró oficialmente en guerra con Alemania.

Más de 5.000 británicos vivían en el país más poderoso de la Europa Central cuando se produjo el comunicado del gobierno del Reino Unido, y prácticamente todos ellos quedaron atrapados en su territorio cuando las dos potencias entraron en conflicto. A principios de septiembre de 1914, alrededor de medio centenar de ingleses fueron recluidos en el improvisado campo de concentración de Ruhleben, un hipódromo situado en el barrio de Spandau, a diez kilómetros de Berlín y cerca de la prisión militar construida en 1876 y en la que dos décadas más tarde cumplieron sus penas los criminales de guerra nazis juzgados en el Juicio de Nuremberg.

El resto de los británicos vivía con aparente libertad en la capital y el resto del país, aunque no podía salir de los límites territoriales alemanes. Tal como apuntaba el periódico deportivo Sports Argus en su edición del 26 de septiembre, Fred Pentland les había comunicado a sus allegados que se encontraba bien y era bien tratado por los alemanes a pesar de la declaración de guerra. "No tiene carencias de nada, ni siquiera de dinero. Puede moverse con libertad, pero no puede salir de Alemania".

A finales de octubre, A la vista del problema, Alemania dirigió una propuesta a Gran Bretaña en la que solicitaba el intercambio de todos los alemanes que residían en el Reino Unido por los británicos que vivían en su territorio. Amenazó con internar a los británicos en el caso de no recibir una respuesta positiva que nunca llegó. El plazo establecía que la fecha límite para el trato sería el jueves 5 de noviembre. Al día siguiente, el viernes 6, el gobierno alemán cumplió su amenaza y centenares de británicos comenzaron a ser detenidos y recluidos en Ruhleben.

Las autoridades militares arrestaron a todos los varones que tenían entre 17 y 55 años. Los llevaron a las comisarías locales de Policía antes de embarcarlos en trenes con destino a Berlín. Desde allí eran trasladados a la estación de Spandau y finalmente, a pie, hasta el hipódromo de Ruhleben. En tres semanas se completó el traslado de todos los ciudadanos británicos, los países del Imperio y de las colonias, además de alemanes hijos de británicos, que en algunos casos ni siquiera hablaban inglés o no habían estado nunca en Inglaterra, de diferente origen y etnia. Los internos eran marineros, académicos, músicos, empresarios, empleados, estudiantes, obreros, camareros, pescadores y funcionarios, según un estudio de la Universidad de Harvard.

Para febrero de 1915 se censaron en el campo 4.273 hombres de los cuales, más de 2.000 pasaron allí los cuatro años de la guerra. Los once establos del estadio de carreras de caballos se convirtieron en barracones para los prisioneros civiles. De hecho, en pocos días se ocuparon todos los recintos posibles y algunos de los recluidos tuvieron que acomodarse, incluso, bajo las tribunas del estadio hípico, al menos en un principio.

El hipódromo de Ruhleben fue arrendado a sus propietarios por el Ministerio Prusiano de la Guerra, en septiembre de 1914 y en un primer momento fueron alojados allí los prisioneros rusos, polacos y japoneses, que abandonaron el recinto ante la gran afluencia de rehenes británicos llegados en noviembre. Tenía una superficie de aproximadamente diez hectáreas con once cuadras de caballos, un edificio administrativo, el restaurante 'Casino', un "Tea-House", y tres gradas. La pista de carreras y su espacio interior estuvieron fuera del alcance de los internos hasta marzo de 1915.

Según el estudio citado, para evitar conflictos, los presos que solicitaron la naturalización alemana fueron alojados en locales distintos a partir de abril de 1915. La mayor parte de estos presos fueron puestos en libertad poco a poco, desde comienzos de enero de 1916, bajo las condiciones establecidas por las autoridades alemanas, que exigían renunciar a toda relación con el Imperio Británico, servir en el ejército alemán y criar a sus hijos como alemanes. Por último, alrededor de cien marineros negros de los Estados de África Occidental Británica y las Indias Occidentales fueron alojados en el barracón 13 a comienzos de diciembre de 1914. Salvo en los equipos deportivos, los residentes negros nunca se integraron plenamente en la comunidad de Ruhleben. (CONTINUARÁ)

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