top of page

Mister Pentland, el prisionero /3


Para Frederick Beaconsfield Pentland, aque era un mal trago. "Acostumbrado a la vida al aire libre, me sentía incómodo, enjaulado. Miraba constantemente a la puerta, esperando que se abriera. Escuchaba las pisadas de los carceleros, el ruido de las llaves en las cerraduras. Pasaban delante de mi celda cada cuarto de hora, en una ruta monótona. Por fin, a las tres de la mañana, la puerta de mi celda se abrió y me entregaron un trozo de pan negro. Pregunté si me podían dar algo de beber y me contestaron que me traerían algo de agua. De repente, me dí cuenta de que las historias que había escuchado de gente que vivía a pan y agua eran verdad y yo las estaba viviendo en primera persona".

Pentland, insomne, se pasó la primera noche de reclusión, comunicándose a base de golpes en la pared con el prisionero de la celda contigua. "Fue la única diversión que encontré". A las cinco y media de la mañana, los prisioneros fueron alineados en un frío pasillo de la prisión y media hora después pasaron a la capilla, donde el director de la cárcel les informó de que al día siguiente serían instalados en una sala que compartirían todos los británicos y que la comida llegaría de fuera. Pentland recuerda que la pidieron a un restaurante, "de primera clase", y que en la sala común compartió con el resto de los rehenes sus vivencias personales.

Durante seia días, los prisioneros británicos fueron retenidos en la cárcel de Kalrsruhe. El martes de la semana siguiente a su detención, después de saldar las cuentas con el restaurante en el que comieron esos días, fueron conducidos en taxi hasta la estación de Baden, y de allí, en tren, hasta Ruhleben. Según relata Fred Pentland, que en aquellas fechas tenía 31 años, en Heidleburg, cuatro horas después de la salida, pudieron comer el rancho que les ofrecieron, una cazuela con caldo y algunos trozos de carne flotando.

También lograron comprar algo de comida en una de las numerosas estaciones en las que se detuvo el tren, que llegó a las afueras de Berlín a medianoche, después de catorce horas de viaje en un trayecto que habitualmente se cubría en seis horas. En principio, Pentland y sus compañeros de viaje fueron trasladados a la prisión de Plotzensee, que años después se haría tristemente famosa pues fue elegida por los nazis como lugar de ejecución por guillotina, de los alemanes opositores al régimen de Adolf Hitler.

"Eran las dos de la madrugada y yo estaba cansado, muerto", cuenta Pentland en su memorial de aquellos días. "Nos dieron para desayunar el peor café que he tomado en mi vida" y luego relata que salió al patio a hacer ejercicio durante una hora, se puso otra vez en la cola para comer a las doce del mediodía y recibió un bol de sopa, "estaba buena, pero era lo único que nos dieron", y hubo otra vez sopa y un trozo de pan para cenar. Sólo se pudo lavar con agua, porque no tenía jabón, ni cepillos para el pelo. El segundo día pudo solicitar, como otros muchos prisioneros, comprar comida fuera de la prisión y entre todos reunieron 20 libras para conseguir pan, mantequilla, manzanas, embutido y azúcar.

Mientras, pasaban los días y las autoridades alemanas no se decidían a trasladar a Pentland y los demás a Ruhleben. El campo estaba lleno y se trabajaba en un nuevo acomodo para los británicos. Como suele suceder en estos casos, los rumores se extendían rápido. Según algunos, la indecisión alemana se debía a unas presuntas negociaciones para intercambiar prisioneros británicos por germanos. Sin embargo, ninguna de esas informaciones se llegó a confirmar. Varios días después de la llegada a la prisión, los reclusos fueron distribuidos en celdas más pequeñas, con cinco o seis personas en cada una de ellas.

Después de una larga espera, el 30 de noviembre, a primera hora de la mañana, Frederick Pentland y sus compañeros de reclusión fueron por fin trasladados al campo de Ruhleben, donde esperaban encontrar otras condiciones mejores. "Estábamos muy nerviosos. El jefe de la prisión nos comunicó a las 6.30 horas que nos trasladarían tras el desayuno. Cuando llegamos, nos encontramos una multitude de británicos y también de gente de otras nacionalidades. En esos días mi principal entretenimiento consistía en adivinar el pedigrí de esas personas". (CONTINUARÁ)

Comentarios


  • Grey Facebook Icon
  • Grey Twitter Icon
  • Grey Google+ Icon
  • Grey YouTube Icon
  • Grey Pinterest Icon
  • Grey Instagram Icon

COMPARTE ESTA HISTORIA

Desde 1898

bottom of page