Mister Pentland, el prisionero / 4
Pese a las incomodidades, los ingleses, que gracias a las convenciones internacionales firmadas por Alemania, pudieron administrar internamente el campo, no perdieron la moral por su confinamiento. En principio, se asignó un destacamento de alrededor de 200 soldados para vigilar el campo, pero a mediados de 1915, el contingente militar se retiró del interior del recinto y apenas volvieron a verse soldados allí, salvo a la hora de pasar lista. Sólo en escasas ocasiones penetraron en el recinto. El barón Von Taube, comandante del campo, dispuso que cada barracón tuviera un capitán que sirviera como interlocutor. Se le pedía que hablara alemán e inglés. Todo esto, claro está, dentro de las limitaciones de un centro de reclusión y con la amenaza constante de la intervención si no se cumplían las reglas.
Apenas unos días después de ser recluidos, el 16 de noviembre, un grupo de prisioneros organizó la final del primer torneo de fútbol en el hipódromo. Pentland aún no había llegado al campo de concentración y, por tanto, no intervino en ese partido entre dos equipos denominados Oldham y Tottenham. La situación estaba aún bastante revuelta y aunque la disputa se anunció a través de un cartel diseñado a lápiz de forma rudimentaria, en el que figuraban las alineaciones, en el propio anuncio se daba a entender que, tal vez, las autoridades del campo no eran demasiado proclives a la celebración de eventos multitudinarios, y por eso se avisaba a quienes acudieran a presenciarlo que guardaran silencio "por su propio interés". En el equipo de Oldham figuraba Steve Bloomer, el compañero de Pentland en el Middlesbrough. Para llegar a esa final, que se jugó a las 13.45 horas de Berlín, habían celebrado antes varias eliminatorias. Según el cartel en el que se anunciaba la final, el Oldham había eliminado a los equipos denominados West Bronwich, Bradford City y Sunderland, mientras que el Tottenham venció a quienes se hacían llamar Manchester City, Manchester United y Chelsea. Apenas llevaban diez días de internamiento y el fútbol ya resplandecía en Ruhleben.
En principio lo haría por poco tiempo ya que apenas unos días después de que se jugara la "final", el 25 de noviembre, las autoridades del campo prohibieron la celebración de partidos de fútbol y dos días más tarde, todos los juegos de pelota, a la vez que obligaron a los internos a realizar marchas diarias a pie alrededor del campo. El 10 de diciembre, para humillación de los internos que trataban de elevar su moral por todos los medios, también se prohibió cantar el Onward Christian Soldiers en esas marchas, uno de los himnos religiosos que entonaban los soldados camino de la batalla. Onward, Christian soldiers! / Marching as to war, / With the cross of Jesus / Going on before. / Christ, the royal Master, / Leads against the foe; / Forward into battle, /See his banners go!
Pero quienes tenían el fútbol como su principal afición, siguieron intentándolo. Fred Pentland fue uno de los más activos. En la introducción al libro Handbook of the Ruhleben Football Association, escrito entre él y John Cameron, un futbolista internacional escocés que jugó en el Tottenham Hotspur, apuntaba que "sólo quienes han sido encerrados en un campo de concentración pueden apreciar qué felicidad se deriva de jugar a cualquier deporte. A pesar de que aquí las condiciones son mínimas, agradecimos cualquier pequeño favor que caía en nuestro camino. En las últimas semanas de noviembre se disputó una competición de Copa, pero las condiciones fueron antinaturales como para despertar el interés necesario con el que los británicos afrontamos los deportes. Muchas veces echamos un ojo y rogamos porque se nos permitiera utilizar la parte interior del hipódromo para nuestros partidos". (CONTINUARÁ)
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