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El famoso partido de las ranas

Cuando «lo de las ranas», el presupuesto del Athletic no llegaba a 300.000 pesetas, los socios rozaban el número mágico de 3.000, el fútbol se estaba convirtiendo en algo muy importante y el estadio se llenaba cada domingo. San Mamés comenzaba a quedarse pequeño, ya en aquel tiempo, los espectadores reclamaban alguna comodidad y el club empezaba a tomarse en serio la posibilidad de trasladar su sede futbolística.

Después, de aquel proyecto en Deusto nunca más se supo. El Athletic utilizó el terreno deustoarra como campo de prácticas algunos años y luego desapareció. Perico Birichinaga, masajista del Athletic y chico para todo en el club, no tuvo que dedicarse, como 15 años antes, a recaudar dinero para el nuevo estadio, ni se preocupó siquiera de planear la mudanza desde su casa, bajo la tribuna principal de San Mamés, a su nueva ubicación. Hasta las obras del Mundial, su familia vivió tranquila entre balones y camisetas.

El año de «lo de las ranas», se inauguró la Liga. Jugaban diez equipos. Fue una idea del arenero José María Acha, que buscaba una temporada un poco más larga. Precisamente, el argumento que, en contra, utilizaban los detractores del torneo liguero, que auguraron su rápida desaparición por larga y aburrida. Como adivinadores del futuro no tenían precio.

La Liga la ganó el Barcelona, el Madrid fue segundo a dos puntos y el Athletic tercero a cinco. Pero todo esto fue después de «lo de las ranas». La Copa, por si acaso, se organizó antes, en el invierno. El mismo día que el campeón regional, Athletic, se estrenó en el torneo frente al Celta en Balaídos, se inauguraba en Bizkaia el teléfono automático. Ya no había que establecer llamadas a través de operadora dentro de la provincia, y para llamar a Las Arenas era preciso marcar el 9 por delante, todo un adelanto.

Ese día, quienes llamaron a la sede del club en Hurtado de Amezaga, colgaron desencantados porque el Celta ganó aquel partido por dos a uno. Pero en la vuelta, el 16 de diciembre en San Mamés, la avalancha rojiblanca desarboló al equipo celeste por siete a uno. Unamuno marcó tres tantos aquella tarde, casi mediodía, cuando los encuentros se jugaban a las 15.00 horas y los aficionados llegaban con la comida en la boca. La pasión se desbordaba en la grada. Tanto que un crítico periodístico decidió reconvenir a parte de los aficionados: «¿No podrían los señores de la grada de Capuchinos contener un poquito los impulsos?»

En la siguiente eliminatoria, los impulsivos fueron los aficionados gallegos del Racing de Ferrol, que dispararon cuatro tiros al aire cuando el árbitro pitó un penalti a favor del Athletic. Aquel partido acabó con empate a uno y el gol ferrolano lo marcó Guillermo Gorostiza, tiempos después Bala Roja, que hacía su servicio militar en la Marina y que había sido traspasado por el Arenas. La vuelta fue clara para el Athletic (4-0) y se abría el horizonte de los cuartos de final en los que el Castellón fue la víctima (2-2 y 2-1).

El sorteo de la semifinal deparó que el siguiente rival rojiblanco fuera el Real Madrid. Para aquel entonces, el partido se había convertido ya en un clásico del campeonato. Apenas habían cumplido ambos clubes su 25 aniversario unos años atrás y ya se conocían decenas de duros enfrentamientos entre ambos, desde que el 8 de abril de 1903, el Athletic le ganó al Madrid en el campo del Hipódromo madrileño, la copa donada por el rey Alfonso XIII, y que originó oleadas de entusiasmo en Bilbao, y hasta el recibimiento en la estación del Norte de la banda del regimiento de Garellano.

Y aquel partido contra el Madrid, el 20 de enero de 1929 fue «el de las ranas». Había perdido el Athletic en Chamartín por tres a uno, «un resultado que no ha sido bueno pero tampoco malo», según Lafuente, jugador rojiblanco. A un empresario bilbaino se le ocurrió una idea para amedrentar a los rivales madridistas. Repartió a la entrada del campo miles de ranas metálicas. El ruido en el campo fue ensordecedor con todos los hinchas haciendo sonar el juguete. Pero aquel -por entonces- era mucho Real Madrid, y volvió a ganar, esta vez 1-4. La excusa fue la lesión del rojiblanco Carmelo. Así lo reflejaban las crónicas: «¿Podía ganar el Athletic con la ausencia de Carmelo? ¡No! Pues a otra cosa». Fue la primera vez que un intento de amedrentar al Madrid salió mal. La penúltima, el 4 de diciembre de 1982, cuando los videomarcadores machacaron el calentamiento madridista con goles del Athletic y agresivas declaraciones de los jugadores, terminó de forma parecida (2-4), aunque el Athletic acabo ganando la Liga. Cuidado con tratar de asustar a la fiera.

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