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Primeras camisetas rojiblancas


Ha quedado inscrita en la gran historia del Athletic que el cambio de los colores del club se produjo por un despiste involuntario de Juan Elorduy, un directivo de la entidad, que no pudo comprar las camisetas blanquiazules que el equipo había vestido hasta entonces, y que se decidió a adquirir otras de rayas rojas y blancas, que encontró en Southampton, ya casi a punto de embarcar de regreso a Bilbao. Como la indefinición es grande, porque nadie lo contó en su tiempo, unos hablan de la ciudad portuaria y otros del mismo Londres.

Puede ser que sucediera así, o no. Lo peor de las historias de hace tanto tiempo es que suelen agrandarse o encogerse con el paso de los años. Se puede leer por ahí que después de los primeros años con camisetas blancas, como casi todos los equipos que se formaban por entonces, el Athletic comenzó a vestir con las prendas azules y blancas por imitación al Blackburn Rovers, que jugaba con esos colores, pero la historia, en realidad, es mucho más sencilla. Las camisetas fueron un regalo de un descendiente de irlandeses afincado en Bilbao, Juan Moser, socio del Athletic, que se presentó en el Café García de la Gran Vía, donde se reunían los directivos del club. Era un edificio que se situaba en el solar que después adquirió el Banco de Bilbao para construir su sede en la confluencia de la Gran Vía con Mazarredo. Cerró el 31 de diciembre de 1918.

Pues allí, años antes del derribo, el citado Juan Moser acudió a ofrecer al Athletic una remesa de camisetas de futbolista profesional, "tipo standard, hechura de Middlesbrough y de los docks del Tamesis", según relata Carlos Bacigalupe. Pocos días después se presentó con aquellas equipaciones tan británicas.

Con ellas jugó el Athletic hasta que en enero de 1910, los jugadores se presentaron en el campo de Amute, en Hondarribia, con otras radicalmente distintas, de rayas verticales rojas y blancas, para disputar un partido amistoso frente al Racing de Irún. Nadie se extrañó de aquello. El único que no lucía los colores, como es lógico, era el portero, quien algunos años después saltaría a la fama, ya convertido en médico, por sus milagrosas curaciones en su clínica de San Sebastián. El doctor Asuero era donostiarra, estudiaba en Madrid y formaba parte del equipo de la sucursal madrileña del Athletic. Podía, por tanto, actuar en el equipo bilbaino, ya rojiblanco. Posiblemente estaba de vacaciones navideñas en casa.

Hay un aspecto curioso en aquellas primeras camisetas rojiblancas. Fijándose bien en la fotografía, se observa que son de al menos dos remesas diferentes, porque cinco de ellas llevan la raya central roja y otras cinco, blanca, es decir, que son al menos dos juegos distintos. También destaca el pantalón blanco, que fue el original en el nuevo uniforme junto a las medias negras.

Lo que más destaca de la fotografía sacada oportunamente en Amute, es que ocho de los futbolistas que posan lucen en su cabeza el cap inglés, ese gorro con borla de origen británico, que se asocia a las internacionalidades de los jugadores de aquellas islas, a quienes se entregaba uno cada vez que actuaban con su selección. Aún se cuentan los partidos internacionales jugados por cualquier futbolista inglés, escocés, irlandés o galés por caps.

Pero por lo demás, normalidad absoluta con el cambio de uniforme y de colores. No estaba el fútbol tan asentado como para que los colores fueran una seña de identidad de un equipo. De hecho, buceando en los periódicos de la época, no hay ninguna mención especial a las incidencias de aquel día. Sólo El Nervión apunta una nota de ambiente en la que señala. "Después del match, nuestros jugadores fueron obsequiados en el local del Sporting Club, habiendo quedado muy satisfechos del pueblo de Irún". De las nuevas camisetas, ni una palabra.

Ni siquiera el periódico donostiarra La Concordia, que dedicaba una columna a una entrevista con el presidente del Athletic, Alberto Zarraoa, se hacía eco de ese cambio de uniforme, una señal inequívoca de que ni en el club bilbaino, ni en los medios de comunicación de la época, los colores del uniforme eran un asunto relevante, así que, seguramente, cuando Juan Arzuaga viajó a Inglaterra con el encargo de comprar camisetas, el color de las mismas no tenía demasiada importancia. Como no lo había tenido el hecho de cambiar las camisas Oxford de color blanco combinadas con el pantalón azul, con las que regaló Juan Moser.

Tal vez primaba en aquellos tiempos más la calidad de la indumentaria que sus colores. En Bilbao se jugaba con balones de la casa Dumfries de Escocia, comprados en la tienda de Barquín, en Barrencalle, y se jugaba con ropa inglesa. Así que también es posible que nadie le dijera nada a Elorduy cuando llegó con las camisetas rojiblancas si eran de buena calidad. Y debían serlo, porque aún se expone una en el museo del club.

De hecho, cuando un año después jugó el Athletic de Madrid, que vestía con la antigua indumentaria azul y blanca, un partido amistoso en Bilbao, fue cuando se produjo un comentario de los madrileños, que elogiaron el bonito uniforme de los bilbainos durante la cena posterior al partido. Entonces, Arsuaga se acordó de que, de las 50 camisetas que había comprado, aún tenía guardadas la mitad en su casa. Se acercó a su domicilio, las recogió y se las entregó a los miembros de la sucursal que las estrenaron. Claro que a ellos les llamaron colchoneros.

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