El accidente de Somosierra
El tiempo no era bueno aquella noche. El 4 de diciembre de 1953, viernes, no parecía la jornada más propicia para tomar un avión en Sondika y viajar hasta Madrid, pero Rafa Escudero y su mujer decidieron que sí lo harían. Al igual que los otros 31 pasajeros que junto a ellos y la tripulación montaron en el Bristol de Aviaco.
Escudero llevaba ya algunos años apartado del fútbol, de ese Indauchu con el que consiguió sus mayores éxitos deportivos, sin olvidar aquella maravillosa Copa del Generalísimo que obtuvo jugando con la camiseta rojiblanca del Athletic.
Rafa formó parte de un grupo de amigos que, el día de San Mateo de 1940 decidió organizarse como equipo después de jugar un partido contra el Unión Sport de San Vicente en Lasesarre. Jaime Olaso, Pedro y Luis Artajo y unos cuantos vecinos más del bilbaino barrio de Indauchu decidieron federarse y comenzar su andadura en la categoría regional vizcaina, a la sombra del colegio de los Jesuitas.Resucitaban, de esa forma, el equipo creado y desaparecido en la década de los Veinte. Algunos, menos hábiles con la pelota en los pies, se constituyeron en junta directiva. Quienes tenían las cualidades propias del futbolista, formaron el equipo. Escudero estaba entre estos últimos. A él se unieron antiguos jugadores de Osasuna, Zaragoza o Atlético de Madrid, afincados en Bilbao y que mataban el gusanillo vestidos con la camiseta roja indautxutarra.
Tal vez, Rafa iba pensando en los primeros años de su equipo cuando el Bristol sobrevolaba los fríos campos de Burgos. En esa negativa de su padre a la directiva del Athletic cuando uno de sus miembros quiso fichar a su hijo para que jugara en el primer equipo vizcaino. «Que estudie. Bastante se entretiene ya con el Indauchu» fue la respuesta paterna. Y es que ni su padre ni él mismo se plantearon nunca el fútbol como una profesión, aunque Rafa Escudero defendía a los que cobraban por jugar: «Para que muchos como yo podamos jugar sin cobrar nunca debemos considerar profesionales a los que necesitan alguna ayuda económica para hacerlo. Lo que vale es el espíritu». Pero él nunca lo hizo y eso que tuvo oportunidad. El Athletic insistió en su fichaje y para ello, se dirigió a la directiva del Indauchu. El jugador fue consultado y expresó su ilusión por vestir de rojiblanco.El Athletic no tuvo que pagar traspaso por expreso deseo del jugador y el Indauchu. En los primeros meses de la temporada 1943-44, el equipo del céntrico barrio bilbaino se quedaba sin uno de sus principales pilares. Escudero firmó como jugador amateur.
Su concurso en el Athletic fue importante, casi decisivo. En la semifinal de Copa frente al Atlético de Madrid consiguió el tanto de la victoria en el encuentro de desempate. Unas semanas después, obtuvo el segundo y definitivo ante el Valencia. Su primer y único título con el Athletic.
Porque la directiva rojiblanca, además de regalarle un reloj de recuerdo, le ofreció la renovación y la respuesta de Rafa Escudero fue contundente: «Me pidieron mi colaboración en un momento de necesidad y no me podía negar. Ahora que todo ha terminado felizmente y tienen tiempo para cubrir sus necesidades, yo vuelvo al Indauchu».
Tal vez en todo esto iba pensando Escudero mientras el avión se acercaba a Madrid. Y en el campeonato de España de aficionados que logró con su equipo la siguiente temporada. Nada menos que dos copas en dos años y con dos equipos diferentes. Y sin ver un duro.
Pero el seguidor del Athletic no olvidó la «deserción» y en la final, jugada en San Mamés, le dedicó a Rafa una sonora pita, lo que motivó una dura crítica por parte de José María Mateos, el cronista más prestigioso de la Villa y ex seleccionador de fútbol. «Mal, muy mal, pésimamente mal. Mal como vizcainos y como deportistas» fue la contundente respuesta desde las páginas de La Gaceta del Norte a la actitud del público ante un Indauchu que había ganado con todo merecimiento al Barcelona.
Rafa Escudero, tal vez, se acordaba en aquel avión de sus amargas lágrimas en el vestuario pese a tener la Copa entre sus manos.
Y de las que derramó casi al final de la temporada 48-49, cuando el Indauchu volvió a llegar a la final del campeonato de España de aficionados y el club decidió aceptar las cien mil pesetas que le ofreció el Barcelona por jugar en su campo de Las Corts.Rafa anunció que si se aceptaba ese dinero él no jugaría. Y cumplió su palabra. No actuó en la final, que el club rojillo perdió por tres a dos, y abandonó definitivamente el equipo en el que había disputado más de doscientos partidos.
Ahora que era vicepresidente del Athletic, montado en ese Bristol de Aviaco, al lado de su mujer Concepción, comenzó a sentir las vibraciones provocadas por el fuerte viento que azotaba el avión en Somosierra. La situación comenzó a oscurecerse. El piloto encendió el aviso de «no fumar» y «abróchense los cinturones» cuando, según el relato de uno de los pasajeros «una tromba de viento nos cogió de plano y nos hizo bajar tan repentinamente, que todos los viajeros nos vimos levantados de nuestros asientos» .
Las 33 personas que viajaban el en Bristol de Aviaco sintieron la muerte de cerca, pero nadie, salvo una de las pasajeras, que no pudo reprimir un grito, dijo nada. Después un golpe y un estruendo tremendos. Más tarde el silencio total. Rafa Escudero y su mujer, Concepción, no pudieron salvarse. Uno de los privilegiados protagonistas, que pudo contar la historia de la tragedia iba sentado al lado e la pareja: «Junto a mí viajaban Rafael Escudero y su esposa.Al presentir la tragedia se abrazaron fuertemente y así encontraron la muerte»