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Los conflictos Bilbao-Donostia

Por un domingo, los directivos de la Real comieron en casa. Los del Athletic, también. Después, los donostiarras acudieron a Anoeta a ver el derby de cerca. Los rojiblancos recurrieron a la televisión en Ibaigane. Fueron cosas de la ruptura de relaciones que anunció Ana Urquijo hace años ya, con Zubiaurre de por medio. Una situación que se repite cíclicamente, con mayor o menos intensidad. Es, tal vez, el peaje que deben pagar dos clubes tan cercanos en algunas cosas y alejados en otras. Del primer conflicto ha pasado ya más de un siglo. Fue en noviembre de 1909. Por culpa de un fuera de juego en un partido jugado en Ondarreta. Marcó Mac Guinnes para San Sebastián y los bilbainos protestaron el tanto. Se produjo una fuerte bronca. Según los cronistas «algunos del público se condujeron muy incorrectamente». El Athletic se fue del campo pero «atendiendo a algunas indicaciones», regresó. El Heraldo de Madrid tituló su crónica «San Sebastián contra Bilbao».

En el club rojiblanco no gustó aquella crónica y la puntualizó en una carta, que, entre otras cosas decía: «Que es cierto que el team bilbaino no debió abandonar el campo, pero también se hace preciso reconocer que quien se dedica al sport por el sport no es de condición tan flexible como quien vive del público, y por tanto, éste debe guardar con los sportmen forasteros las debidas consideraciones en lugar de traducir su apasionamiento en irritantes e incultas manifestaciones de odio». Quedaba por realizarse una devolución de visita del Club San Sebastián, pero no se produjo pese a que «habría de ser muy sensible al club bilbaino un rompimiento de relaciones con el equipo por el cual ha sentido más afecto por haber sido considerado como hermano». Tal vez el resentimiento venía de unos meses antes. El club donostiarra se acababa de proclamar campeón de España y se concertaron una serie de partidos con el Athletic. El primero, en Lamiaco. Ganaron los bilbainos 8-0, con goles de Iza (2), Mortimer (2), Zuazo (3) y Linaoe. Dice José María Mateos en su historia del Athletic que «el resultado fue verdaderamente impresionante y se esperó con sumo interés el match que se jugaba el 6 de junio en Atocha. «Acudió un gran gentío. La representación irunesa fue muy numerosa. El Athletic ganó por tres a cero. «La sorpresa donostiarra fue grande. Tan convencidos estaban de la victoria que en una caja próxima a la entrada al campo fueron descubiertas por los iruneses -más entusiasmados quizá que los mismos bilbainos del resultado-, unas docenas de cohetes». Y peor se pusieron las cosas en 1910, cuando el campeonato se disputó en San Sebastián. En el primer partido del Athletic, contra el Madrid, ganaron los bilbainos (2-0), pese a que «los madrileños tuvieron en su favor al público, descaradamente antiathletico». El campeonato se decidía el 20 de marzo, frente al Vasconia Sporting Club de San Sebastián. Otra vez ganó el Athletic con un gol de Iza. «Los bilbainos presentes en el campo se volvían locos de alegría. Habían logrado su ilusión, vencer al club donostiarra, pero su ánimo no se pudo calmar hasta que concluyó el match».Hubo incidentes, ruidosas protestas y al final se intentó, «por unos cuantos cafres», agredir a los triunfadores lanzándoles piedras. Al año siguiente, más. El campeonato se jugaba en Getxo, en Jolaseta, y poco antes de comenzar llegó la sorpresa ven forma de carta: «Habiendo oído en boca de muchas personas que el causante de la protesta contra el Athletic era el club donostiarra, y que nuestra sociedad venía dispuesta a deslucir el campeonato y sembrar cizaña, decdidimos retirarnos, decisión que mereció plácemes de todo San Sebastián». La paz llegó en 1912 con varios partidos amistosos, primero entre los segundos equipos y luego entre los primeros. Pero duró poco. Como casi siempre. En 1915, las relaciones acabaron salpicadas por el caso Machinbarrena, un jugador realista que el Athletic consideraba que no podía alinearse por haber jugado ese año con el Madrid. A final de año, la Real Sociedad exigió, para jugar en San Mamés, que se acabaran las «campañas de prensa» contra su equipo. El partido se jugó el 9 de enero de 1916 y «al salir el equipo donostiarra se escuchó una considerable silba acompañada de ruidos producidos por distintos objetos, entre los que no debieron faltar hasta sartenes traídas por los eibarreses que no fueron los que menos se distinguieron en la protesta». Ese mismo año, la alineación de Sansinenea por la Real montó otra polémica ya que obligó a que se jugara otro partido. Durante dos meses hubo disputa por buscar campo, hasta que el Gobernador Civil de Gipuzkoa lo suspendió, «ante el temor de que pudiera producirse una perturbación del orden». La Federación Norte, entonces, designó Jolaseta mientras la Española lo prohibía. El Athletic se presentó, la Real no. Otra vez relaciones rotas. Se arreglaron otra vez... hasta el 17 de febrero de 1918. Fue en Atocha. Con empate a dos y a falta de siete minutos, José Mari Belausate, grande y fuerte, chocó con Mariano Arrate, también grande, también fuerte. «Inmediatamente se lanzó sobre el rojiblanco un hermano del donostiarra. Fue como la señal de la pelea». El hermanísimo agarró un bastón. Saltó el público al campo y con palos, bofetadas y piedras «se agredió al equipo bilbaino». Un niño resultó herido de una pedrada. Se culpó a Belauste. A raiz de ese incidente, se cerró Atocha durante un año, se proclamó campeón al Athletic y la Real se separó de la Federación Norte. Hermanos para siempre.

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