El estreno en la Copa de Europa
Cuando el Athletic jugó su primera Copa de Europa, los tiempos andaban muy revueltos por el mundo. Vamos, como ahora, aunque los escenarios fueran diferentes. Entonces se hablaba del Canal de Suez, de Javier Zumalabe, el práctico de Bakio que tuvo que ser evacuado de la zona; de los intentos de paz. También se comentaban en la prensa las tensiones en el Pacto de Varsovia, que iban a impedir el primer viaje del Athletic a Budapest. Se había organizado un avión a Hungría para 48 personas. Viajarían 15 jugadores, dos directivos, el presidente Enrique Guzmán, dos masajistas, el médico y cuatro periodistas. Tres de periódicos además del director de Radio Bilbao. El resto, aficionados. Se había descolgado a última hora Antonio Ordóñez, el torero, seguidor impenitente del Athletic y abuelo de los Rivera Ordóñez, tambien toreros y profesionales a tiempo parcial de la prensa del corazón. El 23 de octubre de 1956 se diseñó el plan y el 24 se desbarató con la Ley Marcial establecida en Hungria. Mientras Juan Ramón Jiménez era ascendido a los altares del Premio Nóbel, La Gaceta del Norte anunciaba que el teléfono 124054 no contestaba. Era la oficina de la Federación Húngara de Fútbol. Al día siguiente, la prensa lamentaba en grandes titulares la muerte en combate contra los tanques rusos de Puskas y Sandor, pero era un bulo, porque semanas después, Puskas puso en San Mamés el ramo de flores en homenaje a Pichichi y después ganaría la Copa de Europa con el Real Madrid. Pero la eliminatoria contra el Honved no se hubiera celebrado sin el hat trick de José Luis Arteche contra el FC Porto, el rival que le tocó al Athletic 57 años después, en un partido polémico según los jugadores portugueses, que cargaron fuerte contra el árbitro, el italiano Maurelli, que también había arbitrado la ida en Das Antas y que, cosas de la época, concedió una entrevista al diario MARCA a su llegada a Bilbao. Entonces nadie sabía lo que era un hat trick. Para la prensa bilbaina, Arteche marcó tres goles y punto. El delantero algorteño no había podido jugar la ida en Oporto, porque estaba lesionado, y fue duda hasta última hora en el partido previo de Liga ante el Jaén, en el que, a pesar de que parezca un invento moderno, Garate, el entrenador rojiblanco, hizo cuatro cambios con respecto a la alineación que iba a presentar tres días después. El Athletic ganó 3-1, marcó Arteche, y demostró estar listo para jugar ante el Oporto. Y jugó. Y el Oporto, que había perdido en su campo, se reencontró con su fútbol y puso en apuros al Athletic, que estaba perdiendo 2-1 (gol de Arteche), cuando en una internada de Gainza, viejo zorro, el único superviviente a esas alturas de la delantera mágica, se metió entre dos defensas y cayó al borde del área. ¿Fue penalti?, ¿Fue falta fuera del área?, ¿se dejó caer como apuntaban los portugueses? Faltaba un cuarto de hora y se armó la marimorena. El árbitro se empeñaba en colocar el balón en el punto reglamentario y el capitán portugués, Virgilio, en desplazarlo. Al final le pegó un patadón al balón y un empujón al árbitro, que lo mandó a la caseta mientras algunos compañeros trataban de agujerear el punto de penalty para tratar de provocar un lanzamiento defectuoso. Gainza se quejó ante el árbitro, que no hizo caso. Habían pasado más de cinco minutos cuando Arteche, con su frialdad habitual en las penas máximas, engañó a Acurcio y empató el partido. Aquel resultado clasificaba al Athletic y desesperaba a
Jaburu, que le pegó un sopapo a Garay, un empujón al árbitro y un puñetazo a Flavio Costa, su entrenador, que trató de calmarlo cuando fue expulsado instantes después de que Arteche disputara un balón en la izquierda, se fuera de Arcanjo y batiera de un tiro cruzado al guardameta del Oporto en su salida. El partido acabó en el minuto 98 con el Athletic clasificado, el día en el que el almirante Doenitz, responsable de la marina hitleriana, salía de la cárcel de Spandau tras cumplir su condena, y se anunciaba la muerte en Nicaragua de Somoza, herido días antes en un atentado. En Bilbao, la afición del Athletic, sin embargo, se centraba en la gran actuación de Arteche, "que no se puede calificar", según Joma, el periodista de La Gaceta. "Dicen que tengo fe ciega en Arteche. Lo que tengo es fe meditada en su gran clase". Flavio Costa, el técnico del Oporto, se lamentaba de que había marcado el interior vizcaíno su primer gol en fuera de juego, y el segundo en un penalti "inexistente", pero reconocía que había sido el mejor de su equipo. Mientras, el goleador, se marchaba con prisas de San Mamés, hablando de la dureza del partido. "Es que ellos son muy buenos, chico".