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Cuando Guardiola defendió a Mou

La vida hace extraños compañeros de viaje, reza el aforismo, y es verdad. Durante un par de años, Josep Guardiola y José Mourinho, fueron eso, compañeros de viaje. Luego fueron antagonistas, como entrenadores de los dos rivales más encarnizados de Primera División, y posiblemente se volverán a encontrar, pero hubo un tiempo en el que Guardiola se llegó a jugar la cara por el portugués, qué cosas. La escena aún se recuerda en Bilbao, porque aquel día el Athletic le ganó al Barcelona de Guardiola y de Mourinho. Fue un frío y lluvioso sábado de noviembre de 1996. Durante los días previos se habían sucedido las declaraciones de uno y otro bando. Las más calientes, las de Mou, que replicó a Luis Fernández, que había señalado que Figo -otro extraño compañero de viaje de Guardiola, que también acabó en el Real Madrid-, se tiraba mucho a la piscina. Es decir, que simulaba demasiadas faltas. Fernández, como era habitual en su carácter, replicó. Sin paños calientes. En primer lugar despreciando a quien después se convertiría en The Special One. El preparador hispano-francés dejó claro que aún había clases y que su interlocutor era Bobby Robson, el técnico titular del Barcelona. «Yo hablo con Robson, no conozco al segundo entrenador», y luego amenazó: «Cuidado, que en San Mamés los banquillos están muy cerca. Que ese tal Mourinho esté bien sentado por lo que pueda pasar».

Mourinho no se calla, y hace dos décadas ya empezaba a aprender. Tampoco se quedó mudo en aquella ocasión. Por unos minutos, después de la llegada del Barcelona a Bilbao, eclipsó a la estrella del equipo, Ronaldo, y contestó las palabras de Luis Fernández. «También hay muchas personas a las que yo no conozco», dijo. ¿Y a Luis? «A él sí que le conozco». Y no hizo caso de las advertencias del entrenador del Athletic: «Hay una línea que delimita los banquillos. No tengo ningún miedo». Además, el portugués ya empezaba a dar muestras de su personalidad: «No tengo ningún inconveniente en darle la mano a Luis Fernández, cada uno defiende a su club. En el nuestro, con Bobby, tengo bastante libertad para hacer mis cosas. No soy un segundo que se dedique sólo a hacer de maletero o a repartir petos en los entrenamientos». Genio y figura. Llegó el partido. Luis Fernández se acercó a Bobby Robson y le dio la mano. El inglés, ya fallecido, le correspondió con una sonrisa cordial. Pero el tarifeño no se conformó con eso. Cuando llegó Mourinho y se estaba sentando en el banquillo, se acercó a él y le recriminó sus declaraciones de los días previos. Mou se levantó y replicó, muy gestual. Después los ánimos se calmaron, al menos de momento, porque el partido fue muy caliente, Luis Figo se tiró varias veces a la piscina y Abelardo adelantó al Barcelona en la primera parte del encuentro. Pero el Athletic, con ese arranque racial que saca algunas veces, le dio la vuelta al marcador. Primero José Mari -no hay peor cuña que la de la misma madera- y después Guerrero, en el minuto 76, certificaron la victoria rojiblanca, con Luis Fernández encima de la piña de jugadores que celebraba el segundo tanto, y la Catedral en llamas. Aún quedaba el tumulto final, los gestos de Luis Fernández hacia Mourinho y la llegada de Guardiola: «No te rías tanto, no te rías tanto», le decía el jugador barcelonista al entrenador del Athletic, y se metió con él en el túnel de vestuarios, el del equipo local. El gesto del actual técnico del Barça era serio, de enfado. Mourinho, testigo de la acción, miraba desencajado, temeroso, a unos metros de distancia. Guardiola fue su defensor. Sin embargo, en los días posteriores, después de que un directivo del Barcelona tildara a Luis Fernández de desequilibrado mental, Guardiola decidió guardar un elegante silencio. No salió de su boca, tras la derrota, ni una sola palabra en referencia al entrenador del Athletic o al partido disputado en San Mamés. Mourinho sí habló, y sus declaraciones no tenían desperdicio. Empezaba por hablar del campo. «Han recortado el terreno de juego. Hemos jugado en 400 metros cuadrados menos. El campo, además, estaba muy pesado, en condiciones difíciles, tanto por la lluvia como por el agua que cayó artificialmente». En la primera declaración, dos acusaciones. Y más. «Perdimos por una serie de circunstancias. Sabíamos que no era sólo un partido de fútbol, que iba a haber mucha tensión. El Athletic tiene un estilo muy ofensivo y presionante. Si quieres ganar tienes que tener carácter y trabajar mucho». Pero tenía mucho más que decir Mourinho: «El árbitro no aguantó la presión. No tuvo coraje para expulsar a un jugador del Athletic que le hizo una entrada muy fuerte a Giovanni. Además, los dos goles de ellos llegaron en faltas inexistentes». Y lo más sorprendente: «Que conste que no juzgo al árbitro ni busco excusas». A pesar de que todavía era muy joven, al preparador luso ya se le veía en estado puro. Un año más tarde regresó a San Mamés con Van Gaal, pero no hubo debate. El Athletic arrasó (3-0). Eran otros tiempos, aquellos en los que Mou y Guardiola estaban en sintonía.

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