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Tiros en el primer Athletic-Sevilla


La primera vez que el Athletic y el Sevilla se enfrentaron de manera oficial, todo lo que sucedió fue muy raro. Rarísimo, se podría decir. El resultado, el escenario, el ambiente… Todo contribuyó a que la semifinal de Copa de 1921 terminase a tiros, literalmente. Los guardias de asalto tuvieron que disparar al aire para evitar que un grupo de aficionados saltara al campo. Y no se pueden atribuir esos incidentes a un episodio de pasión desatada, en primer lugar, porque las semifinales entre rojiblancos y sevillistas se jugaban en Madrid; en segundo término, porque fuese cual fuese el resultado del segundo partido, que acabó empate a uno, el Athletic ya estaba clasificado. Y eso que había perdido el primer partido por un sorprendente 4-2.

Vayamos por partes.

En primer lugar, el campeonato comenzó enrarecido. A principio de temporada se había designado Sevilla como sede de la final, pero la Federación decidió meses más tarde, trasladar el partido a San Mamés. Se aducían motivos económicos y climáticos, porque en la capital andaluza, apuntaban, iba a hacer demasiado calor. La prensa madrileña cargó contra la decisión. La consideraban una cacicada. El semanario Madrid Sport señalaba que ese cambio demostraba que “el football español está mangoneado”. Una especie de villarato de los años 20. Además, alegaban que el hecho de que la final se disputara en Bilbao perjudicaba al Athletic de Madrid.

El Athletic jugó los cuartos de final frente al Sporting. Ganó 2-1 en San Mamés y 0-1 en El Molinón. Las semifinales norte-sur, como se denominaban, se jugarían en el campo del Racing de Madrid. El ambiente estaba enrarecido contra el Athletic, que ya era un encarnizado rival de los equipos madrileños. De hecho, sólo los aficionados del Athletic de Madrid apoyaban a los bilbaínos. Pero eso no parecía trascendente, porque la eliminatoria comenzó muerta antes de celebrarse. El Sevilla, para poder jugar, admitió de salida que estaba eliminado. Cedió el triunfo final para enfrentarse al Athletic. Iba a jugar con cuatro futbolistas que ya lo habían hecho ese año en el Betis, así que la reglamentación no les permitía alinearse. Lo hicieron a sabiendas desde antes del comienzo, pero no tenían más, así que el partido fue un amistoso. O no tanto. Ganó el Sevilla 4-2, la prensa jaleó el triunfo y el público se dedicó a insultar a los jugadores del Athletic, en especial a José Mari Belauste. “El público, peor que infernal”, apuntaba la crónica de José María Mateos en La Gaceta del Norte. “El público no animó a los sevillanos. Le bastó con ser hostil a los vascos”.

Un día más tarde de la paliza que nadie esperaba, se jugó el segundo partido, que tampoco servía pero estaba programado. Acudió mucha más gente que al primero, por el efecto llamada de la derrota del Athletic y el buen juego del Sevilla. Como muchos de los espectadores eran vascos, atraídos también por el mal trato del primer día al equipo bilbaíno, los incidentes en la grada no tardaron en producirse. Lo curioso es que en ellos no intervinieron seguidores del Sevilla, porque no había. Según las crónicas, “muchos de los incidentes que surgen en distintas partes del campo terminan a bofetadas. Los agentes de la autoridad y otras personas tienen que intervenir frecuentemente”. En la segunda parte, “la parcialidad del público llega al caos. Es bochornoso. Como el día anterior, se oyen frases de vergüenza”.

El partido acabó empate a uno. El Athletic jugó mejor que en el anterior y lavó un tanto su imagen. Pese al resultado se clasificó para la final por la descalificación del Sevilla. “Después de lo visto, esperamos confiados a que la Copa venga a Madrid por este año. Muy mal se tienen que poner las cosas para que así no sea”, decía Madrid Sport, que obviaba los incidentes: “El público bastante bien, pues aunque sevillista por defensa del débil, estuvo correcto a pesar de otra cosa que se diga”. El periodista no escuchó, al parecer, los disparos al aire de la Guardia de Asalto.

Por cierto, en la final de San Mamés, el Athletic arrolló a su sucursal madrileña por 4-1. Fue el último partido oficial de Pichichi, y la primera vez que mister Pentland visitaba la Catedral.

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