Fidel Uriarte, el penúltimo pichichi
Soy de Urbinaga, un barrio de Sestao cercano a Barakaldo. Luego fui a vivir al centro a los cuatro años. Estudié en el colegio de los Hermanos de La Salle en mi pueblo. Como no tenían Bachillerato allí, pasé al Patronato. No era brillante pero tampoco me cateaban. Tenía tiempo para todo. En mi vida sólo he jugado a fútbol y a pelota a mano, y ahora, ya de mayor, al paddle. Al fútbol jugábamos en cualquier sitio, en la plaza de Urbinaga, en los descampados... Todos los chavales. Estábamos todo el día en la calle. Cuando tenía cinco o seis años, San Mamés para mí era como si estuviera en Japón. No fui a Bilbao hasta los ocho años. Urbinaga era un barrio muy peculiar. No nos movíamos mucho. Sobre todo íbamos a la campa de Lasesarre a jugar partidos y los de Barakaldo venían a la campa del Carmen. Siempre terminábamos a hostias, a pedradas, a insultos. Con ocho años veía los partidos del Sestao en Las Llanas, también iba a ver al Barakaldo. Para ir a ver al Athletic no teníamos tela. Hacíamos torneos en La Arboleda, en Ortuella, en el Valle... De allí salí yo, a los trece años.El Athletic montó un campeonato entre los chavales no federados de Bizkaia para formar el primer juvenil del Athletic. Formamos un equipo con la cuadrilla que se llamaba Los Boinas y llegamos a semifinales en las que nos eliminó un equipo de Erandio. Nos veía jugar Julio Lamana y de ese torneo nos llevaron a cuarenta o cincuenta chavales a hacer una selección en el campo de Mallona. Poco a poco se hizo la selección y nos llevaron a San Mamés.Algunos llevaban botas, pero yo jugaba con albarcas. No llegué a fichar por el Sestao pero estuve entrenándome con ellos y allí me probé las primeras botas con tacos de cuero, pero yo no tenía.Jugué mi primer partido en San Mamés con albarcas. Tal como eran las botas de entonces las prefería. Jugábamos unos partidillos a lo ancho y estuvo viéndonos Martim de Francisco, el entrenador brasileño del Athletic. Quedamos unos veinte chavales. Yo no podía jugar porque tenía catorce años y sólo disputaba amistosos. Al año siguiente empezamos a competir en la Liga de juveniles de Bizkaia y no hicimos nada porque éramos muy jóvenes, pero dos temporadas más tarde quedamos campeones de España en el Camp Nou. Yo ya había empezado a jugar en Primera División. Con 16 años había sido internacional juvenil. Para jugar en Primera a esa edad te exigían haber jugado diez partidos con la selección y luego te hacían un reconocimiento médico en Madrid. Fui con Txutxi Aranguren a hacer la prueba. El Athletic jugaba en Málaga y me dijeron que esperara. Me pasé cuatro días comiendo bocadillos de calamares. Me avisó el gerente para que fuese al aeropuerto.El equipo iba de Bilbao a Madrid en autobús y luego a Málaga en avión. Me uní a la expedición y yo ya me había entrenado con el primer equipo en la pretemporada. Llegamos a Málaga y Zubieta, el entrenador, que había jugado muchos años en Argentina, el día del partido va y me dice en el desayuno: «¿A vos, pibe, le gustaría debutar?», y yo, que siempre he sido valiente para eso le contesté: «Si hace falta, con alpargatas». Era el 23 de septiembre de 1962. Entonces el mister me explicó: «Va a jugar con Mauri, en el medio campo».Entonces me empecé a preocupar un poco: «¿No sería mejor que juegue un poquito mas adelante?». Me dijo: «No se preocupe».Yo, por jugar, donde hiciera falta. Ese día perdimos dos a cero y también debutó Iribar porque se lesionó Carmelo. Desde entonces fui titular. En San Mamés jugué el primer partido contra el Elche.Me pegué una paliza. El último cuarto de hora me daban calambres hasta en el trasero. A mí me gustaba jugar de media punta sin tener demasiadas obligaciones defensivas, así que mis compañeros de entonces me dicen que les he quitado media vida, por tener que tapar mis huecos, pero ¡coño! si estoy a meter goles no podía bajar abajo a defender. Cuando jugaba Clemente un poco atrás yo andaba más suelto porque él robaba muchos balones y yo me preocupaba menos de defender y disfrutaba. En la primera final que perdí en el Bernabéu, el Zaragoza nos pegó una pasada. Se nos habían lesionado tres defensas titulares.Ellos tenían un equipazo. Nos podían haber hecho una goleada si no llega a ser por el Txopo. Luego perdí otra con el Valencia y gané la del Elche y la del Castellón. Es una gran satisfacción. Con la Liga no pudimos, pero estuvimos a un paso.Teníamos que sacar un punto en dos salidas, a San Sebastián y a Valencia. En Atocha nos expulsaron a Arieta y a Rojo y en Mestalla jugamos a nada. Ellos sacaron un equipo joven y preferían que ganáramos nosotros la Liga antes que el Atlético de Madrid, pero perdimos aquel partido y de nada nos sirvió ganar después al Celta en San Mamés. En aquel momento fue frustrante, y no fue por nadie, sino por nosotros. En Córdoba siempre había follón. Un año se apagó la luz y nos pegaron. También era muy desagradable jugar en el viejo Altabix, en Elche. Eran campos duros, botaba el balón para todos los lados, horroroso. Pero luego venían a Bilbao y les goleábamos, pero nosotros no íbamos motivados a esos campos. Poco después de debutar jugué en el Bernabéu. Me impresionó.Jugaba en la zona de Di Stéfano. No me conocía de nada y me decía: «¿vos quién sos, pibe?». Se acercaba de nuevo y comentaba: «Pibe, si vos no os preocupás de mí yo no me preocupo de vos» como diciendo que cada uno a su aire. Luego me llegaba el balón a mí y él se iba para otro lado. Pero a falta de veinte minutos me coge la espalda y pim, pum, mete gol. Le digo: «¡joder!», y contesta, «seguimos bien, seguimos bien. Si vos vas para arriba yo no te sigo». Sentí que me tomaba el pelo, pero no me marcaba y jugué un gran partido. Al día siguiente el Marca titulaba «Uriarte, la perla del Athletic». Alfredo, al acabar, me decía, «vos serás un gran jugador». Era un fenómeno.
Yo no tenía miedo a ningún defensa. Era bastante valiente y tenía casta, aunque en cualquier sitio te pueden dar una patada. Los del Atlético de Madrid eran los peores. Estuve en el Athletic hasta 1974. Me sorprendió que me dieran la baja. Tenía 29 años y en esa época ya era mucho. Quizás fue bueno aunque al principio me fastidió, más por las formas. Me lo dijeron dos días antes de que se acabara el contrato. Me ayudaron a buscar equipo. Se interesaron la Real y el Malaga. Llegué a un acuerdo con el club para que no me dieran la carta de libertad sino que lo hicieran como si fuera un traspaso. El Málaga ofreció cinco millones, que me los dieron a mí. Me llamó el gerente y me preguntó: «¿Tú cuanto pides?». Le contesté que tres millones por una temporada. Me llaman al día siguiente y me dicen: «Aceptamos tres millones, pero tiene que ser por tres años». Así que en tres temporadas gané más que en doce años en el Athletic. Vivía en Torremolinos, en un aparthotel en la urbanización Aloha, propiedad del Banco de Bilbao. Allí también vivía el mister, Milorad Pavic, que me había entrenado en el Athletic. Ibamos a cenar con las mujeres y un día le dije que ya no tenía la misma velocidad de antes y que prefería jugar de libre. «No me atrevó», decía, porque el que jugaba era un malagueño. «Pero si tiene 36 años y está para el arrastre...», así que me puso. Yo salía con la pelota jugada y allí les gustaba mucho. Yo era uno de los capos junto con Orozco y Migueli. Me trataron sensacional.Fue una buena época aunque la última ficha tardé en cobrarla ocho meses. Me llamaron otros equipos pero con 32 años preferí retirarme. He tenido suerte. Todos mis compañeros en el Athletic y el Málaga son todavía mis amigos. La época de entrenador no fue tan buena. Con los chavales sí, pero con profesionales lo dejé porque yo tengo muy mala leche y al final me iba a liar a tortas con alguno. Estuve ocho años en Lezama, pero en Villarreal con un montón de extranjeros es diferente. Había muchos corrillos pese a que el presidente me echó un cable. Para la prensa era todo malo y cuando perdíamos yo era «el entrenador vasco», cuando ganábamos no. Al final me echaron. Estábamos en la mitad de la tabla pero en un partido con el Levante nos fuimos al descanso 0-5. Yo estaba cabreado del domingo anterior, Ganábamos 0-2 y nos dejamos empatar.¿Me quereis echar?, les dije. Acabamos 1-7. No hice ningún cambio. Al final estaba en la antesala del vestuario, ví venir al presidente y al gerente y les dije: no hace falta que me echeis, que me marcho yo solito. Me pagaron todo.