El estreno del Parque de los Príncipes
Sentado sobre el capó de un coche, en una calle cercana a la Rue Rivoli, Fred Pentland, con su bombín sempiterno, fumándose un cigarrillo que sustituye al clásico habano, preside una escena inmortalizada por el fotógrafo. En París, a finales de 1930, varios de los componentes del equipo campeón de España de Liga y Copa, pasean junto a un periodista y otro futbolista que jugó en el Athletic y entonces lo hacía en el Racing parisino. El bombín de Pentland es casi nuevo, suministrado por el afamado establecimiento británico que le patrocinaba. Apenas unos meses antes, tras vencer al Athletic de Madrid (3-4) en el Metropolitano con goles de Bata, Iraragorri y dos de Gorostiza, el Athletic se había asegurado el primer título de Liga de su historia con una jornada de anticipación y los jugadores, cumpliendo la tradición, destrozaron el sombrero del mister. Después ganarían la Copa. Todavía faltaba por jugar el trámite de El Sardinero, frente al Racing, que ganarían 2-3 antes de que se les entregara la copa de campeones, pero en mitad de aquella semana primaveral, en el club bilbaino aceptaron la oferta de acudir a jugar un partido amistoso en París, en beneficio de los damnificados por las inundaciones del Midí francés. Buscaban como reclamo los galos a uno de los mejores equipos del mundo para enfrentar a los Diablos Azules, la selección francesa que actuaba bajo ese nombre en un partido no oficial, aunque la prensa, y ahí está el recorte del prestigioso Le Petit Parisien -el periódico que publicó el reportaje de Albert Londres «Los forzados de la ruta»- para confirmarlo. El partido se iba a jugar en el mítico estadio Buffalo, que sustituyó al construído a finales del Siglo XIX, en las cercanías de la Porte Maillot, un escenario, en el que Henry Desgrange, que después se convertiría en padre del Tour, consiguió el primer récord de la hora homologado en 1893. El campo tenía capacidad para 30.000 espectadores y se llamaba Buffalo porque allí fue donde el excéntrico Buffalo Bill Cody, excazador de bisontes estadounidense, comenzó su gira de espectáculos por Europa en el que participaba el mítico Sitting Bull, más conocido en España como Toro Sentado.
El primer viaje del Athletic a París fue, como el de hoy, un paréntesis festivo, aunque en aquella ocasión ni siquiera había puntos en juego. Los rojiblancos llegaron a la Ciudad Luz por tren, procedentes de Madrid y sin pasar por Bilbao, el martes 25 de marzo y se perdieron por las calles, «quedando encantados de sus bellezas», según el enviado especial del diario deportivo Excelsior. Los rojiblancos se alojaron en el hotel Richmond, que aún sigue en pie, cerca de la Gare du Nord y cuando llegaron a comer se encontraron con el regalo de una caja de botellas de champán, ofrecido por el bilbaino marqués de Mac Mahón, que se encontraba de visita en París por aquellos días. Las visitas turísticas continuaron por la tarde. Los jugadores acudieron a ver lo casi nunca visto en aquellos tiempos: un aeropuerto, el de Le Bourget. Los tres más valientes, Roberto, Garizurieta y Unamuno, aceptaron la invitación de subir a uno de los aparatos y dar un paseo a mil metros de altura sobre el centro de París. Después llegaron los actos protocolarios. En los locales del Racing Club de París, se ofreció un cóctel a la expedición bilbaina. «Hubo cambio de frases e insignias», recuerda la prensa de la época. El presidente del Racing recordó que fue su club el que invitó al Athletic a jugar el partido en París, aunque después cedió la fecha para que se disputara el partido contra los Diablos Azules a beneficio de los damnificados en las inundaciones, así que, cortesía por cortesía, el presidente del Athletic, Manuel Castellanos, se ofreció a jugar de nuevo en la primera fecha que el club bilbaino tuviera libre. Cumplió su promesa. La fotografía de Pentland y los jugadores es de octubre, cuando el Athletic ganó 5-2 al Racing de París. Al día siguiente se jugó el partido. Acudieron 24.000 espectadores y la recaudación ascendió a 90.000 francos. El Athletic entregó al vicepresidente de la Federación Francesa, monsieur Chevalier, los 10.000 francos que le correspondían por acudir al partido. Que fue malo, según la prensa vizcaína, y bueno si se repasan las crónicas parisinas. «El Athletic ha jugado indudablemente, el peor partido de la temporada». Así de duro y directo comenzaba su crónica Isidro Corbinos, el enviado especial de Excelsior. Ni el título de Liga obtenido unos días antes suavizaba la crítica del periodista. «Ha sido una lástima. Habría bastado la menos buena de sus pasadas actuaciones en la Liga española para obtener un triunfo resonante sobre la selección nacional francesa». Claro que, después, el periodista busca una razón para el mal juego: el balón. «Aunque los Diablos Azules poseen un fútbol inferior en calidad a los de muchos equipos de la Segunda División de España, una de las cosas principales del mal partido ha sido el balón con el que se ha jugado, un balón del que decían los propios athleticos, era un globito, de tan poco peso que saltaba muchísimo sobre un terreno muy seco». Los rojiblancos viajaron a París con su propia pelota -sólo una, eso sí-, y se la ofrecieron a los franceses para jugar el partido, pero éstos no aceptaron. Consiguieron, además, adelantarse en el marcador. Fue a los 21 minutos, cuando Maschinot cedió a Nicolas, en posible fuera de juego, que batió a Ispizua, sustituto de Blasco. El Athletic sólo pudo empatar en los minutos finales. Antes, Chirri II había desaprovechado un penalti cometido por un vasco de la selección francesa, el exjugador rojiblanco Manuel Anatol
Aristegi, natural de Irun, que había jugado también en el Real Unión y el Real Madrid, y después se nacionalizó francés. Anatol evitó con la mano que la pelota entrara. La pena máxima la detuvo Lozes, «y en su honor se agitan sombreros», dice la crónica. Finalmente, en el minuto 87, Lafuente, «en vista de que se cansa de centrar sin que se remate, se decide a marcar él mismo», con un tiro desde 15 metros. Los periodistas bilbainos hablaron de un mal partido, pero en Francia se dijo otra cosa. El semanario Match y el diario Le Petit Parisien destacaron la extraordinaria labor del guardameta francés Lozes, que evitó, según decían, una derrota abultada de Francia. Hay opiniones para todos los gustos, aunque «no jugar bien y empatar con una selección nacional de Francia, llena de vigor y afán de victoria, ¿no es como para alegrar a los supporters de nuestro glorioso club?».
Ese fue el primer viaje a París del Athletic, pero hubo más, y en uno de ellos, el equipo rojiblanco se enfrentó al Red Star en el primer partido que se jugó en el estadio del Parque de los Príncipes. Fue el 9 de octubre de 1932 cuando los bilbainos inauguraron el recinto parisino, cayendo derrotados por 4-2, ante casi 15.000 espectadores (según los cálculos de la prensa vizcaína) y entre 10.000 y 12.000 que apuntaba el semanario deportivo Match. La actuación del athletic quedó inmortalizada en una fotografía (que precede a estas líneas) y en la que posaron los catorce componentes del equipo. Dos suplentes de campo y un portero, Ispizua, que es el que aparece con gabardina y txapela. De izquierda a derecha y de arriba a abajo aparecen: Unamuno, Chirri II, Ispizua, Muguerza, Lafuente, Castellanos, Irarragorri, Gorostiza, Roberto, Garizurieta, Urkizu, Bata, Blasco y Cilaurre.