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El Athletic soy yo


Reflexionen un instante. Imagínense al presidente del Gobierno diciendo algo así como que los periodistas con los que ha hablado le han dicho que no son del PP sino profesionales. Y que Mariano Rajoy se extrañe ante esas manifestaciones de independencia de sus interlocutores.

Ayer, escuchando a otro presidente, el del Athletic, me sentí orgulloso de muchos de mis colegas. Urrutia llegó a afirmar en su última rueda de prensa, -que para él son como un dolor de muelas-, que los periodistas con los que él ha hablado le habían dicho que no eran del Athletic, sino profesionales. ¿Esperaba otra cosa?

En realidad, no creo que los periodistas le dijeran eso. Probablemente, en ningún lugar como en Bilbao, los periodistas que siguen a un equipo son tan de ese equipo como los del Athletic; pero esa fe rojiblanca no les hace abjurar de sus principios periodísticos. Ninguno de ellos va a comulgar con ruedas de molino, ni va a ocultar la verdad por mucho que le duela al presidente del Athletic, que después de varios años en el cargo parece haber metabolizado que el Athletic es él, que las esencias del club centenario se resumen en su persona.

Los periodistas de Bilbao sí son del Athletic. Nadie me puede hurtar la imagen de Nika Cuenca con los ojos enrojecidos, lanzando el puño al aire después de que Toquero adelantara al Athletic en la Final de Copa de Mestalla en 2009; ni la de Jon Agiriano chocando las manos conmigo en Old Trafford, después de aquella maravillosa y emocionante exhibición rojiblanca en la Europa League. No puedo olvidar el silencio espeso y triste en el autobús de los periodistas al salir del estadio Nacional de Bucarest después de la decepción en aquella final europea contra el Atlético de Madrid; tampoco la sonrisa de oreja a oreja de Iñaki Ugalde tras el gol de Llorente que daba paso a aquella final, o los nervios del palco de prensa del antiguo San Mamés hasta que marcó Gabilondo el 2-0 al Levante que nos redimía de todo mal.

Sí somos del Athletic, presidente, pero debemos contar las noticias, le gusten o no. Como el ertzaina de turno le tendrá que multar si excede el límite de velocidad por mucho que acuda cada domingo a la grada de animación, o el frutero tendrá que cobrarle el género aunque le atienda vestido con la camiseta de Aduriz. No mezcle peras con manzanas. Por supuesto que no tenemos los mismos intereses, pero no se confunda. No tenemos los mismos intereses que usted. No mezcle al Athletic en esto. La Institución no hace las cosas bien o mal, no acierta ni se equivoca. Se equivocan las personas.

Antes de seguir, quiero hacer una confesión: Yo me llevaba muy bien con el presidente Josu Urrutia antes de que lo fuera, y hasta un minuto después. Nuestra relación se remonta a tiempos inmemoriales. Hace unos días encontré entre papeles viejos una entrevista que le hice en Deia cuando acababa de subir del Bilbao Athletic al primer equipo. Como en su rueda de prensa desveló con muy mal gusto, conversaciones privadas con otros periodistas, diré que a veces nos encontrábamos en la puerta del colegio de nuestros hijos y hablábamos del Athletic, de lo mal que lo hacían sus dirigentes. Esporádicamente le llamaba por teléfono; otras veces era él. La última vez que me lo cogió fue poco después de que fuera elegido presidente. Le pedí un favor. Mi hijo estaba en Londres con un amigo y le solicité un par de entradas para el Tottenham-Athletic de la primera pretemporada con Marcelo Bielsa. Me las consiguió. Según mi hijo, eran magníficas, a pie de campo en White Hart Lane. Me acuerdo del detalle porque al acabar, el chaval me telefoneó para decirme que casi a las puertas del estadio estaban quemando autobuses. Allí mismo comenzó aquella revuelta veraniega londinense que duró varios días.

Fue la primera y la última vez que hice algo así. En 30 años nunca he pedido otro favor personal a nadie del Athletic. Ni entradas, ni camisetas, ni visitas al palco presidencial... Aquella vez lo hice porque tenía con Urrutia cierto nivel de confianza, era un amistoso lejos de Bilbao y no parecía demasiada molestia.

Nunca más me cogió el teléfono, y lo constaté con cierta sorpresa. Por mi profesión, he llamado de vez en cuando, y mientras estuvieron en su cargo, a José María Arrate, a Txetxu Lertxundi, a Javier Uria, a Ignacio Ugarteche, a Fernando Lamikiz, a Ana Urquijo y a Fernando García Macua. No siempre cogían, claro, pero casi siempre. A veces respondían a tus preguntas, a veces daban largas, a veces trataban de despistar, a veces te decían que no iban a hacer comentarios, y algunas veces te daban una pista para que tirara del hilo, o para marearte un poco. Confieso que con todos ellos me he llevado mejor cuando han dejado de ser presidentes, y lo considero normal. Todos asumieron con naturalidad que los intereses de la prensa y los del club no siempre coinciden, peo que no por eso hay que tratar a los periodistas como enemigos. Uno de ellos, incluso, vetó mi entrada a San Mamés en un partido, por una información que yo había publicado. Luego el asunto se fue enfriando, hicimos las paces y tan amigos.

A todos ellos, por cierto, puso Urrutia a los pies de los caballos en la ronda de preguntas de los socios cuando afirmó que antes de que él llegara a la presidencia, sólo había conocido una política de comunicación en el club, la de primar a un medio importante. Es decir, señaló a todos los presidentes que le precedieron. Sin embargo, no se atrevió a nombrar a ese medio. Yo sí lo hago: se refería a El Correo, al que de ningún modo censuro. Son profesionales y hacen su trabajo. Lo deben hacer bien, además, porque son líderes en ventas en Bilbao, en Bizkaia y entre los socios del Athletic. No se equivocarán tanto como piensa Urrutia.

Supongo que tampoco se equivocó Urrutia cuando decidió colaborar con ese medio al que ahora tanto odia y que, no hay que olvidarlo, se estaba aprovechando ya por aquel entonces (según las palabras de Urrutia), del Athletic que él tanto ama. Y no se equivocó al cobrar las colaboraciones periódicas religiosamente, que en El Correo son buenos pagadores; y tampoco se equivocó, digo yo, cuando decidió impulsar su candidatura a la presidencia a través de ese medio, el de mayor difusión. No habló con todos, no. Habló con El Correo, que lógicamente dio la noticia, porque sus periodistas son magníficos profesionales.

El cambio de Urrutia, su proceso de metabolización hacia "El Athletic soy yo", comenzó muy pronto. Ya en su primera Asamblea se sintió incómodo con las preguntas de los periodistas. Yo le hice dos; la primera era inocente: "¿Va a estudiar el club algún método de venta de entradas para evitar las colas kilométricas en las taquillas?" Su respuesta, totalmente fuera de lugar fue: "¿Tú tienes alguno?" Visto el cariz, a la segunda disparé con bala. El secretario de la Junta había dicho en la Asamblea que al Athletic no le importaría dejar entrar al campo a las radios "amigas" (eran tiempos en los que la LFP impidió que las emisoras retransmitieran gratis los partidos), así que pregunté: "Si hay radios amigas, ¿me puede decir cuáles son las radios enemigas?" Le sentó fatal.

Desde entonces, sus salidas de tono con la prensa han sido constantes; desde contestar en euskera a las preguntas en castellano de un periodista que por su origen no lo habla, hasta la última, la de impedir que los periodistas viajen en el avión donde lo hacen la expedición oficial y los aficionados, además, poniendo como excusa un "incidente" que ocurrió hace ya tres años, cuando El Correo publicó una fotografía tomada en una sala de embarque, en la que se veía a Urrutia y Valverde, ambos con gesto serio, bajo el titular: "Gabinete de crisis". La publicación de aquello indignó a Urrutia, hasta el punto de que tres años después se toma la venganza, y como no se atreve con el medio "grande" lo hace con todos. Lo que no cuenta Urrutia de aquella sala de embarque es que mientras él y su entrenador se reunían en el supuesto gabinete de crisis, los colaboradores de uno y de otro hacían apostolado entre los periodistas, llamando a la unidad, al socorrido "tenemos que remar todos en la misma dirección". No había crisis. Ya

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